jueves, 14 de diciembre de 2017

Erzsébet Bratovich

Si había algo peor que encontrarse a un cazador con una estaca al abrir el armario, era saber la llegada inminente de la Matriarca Bratovich.

La Tzimi miraba el reloj con horror e impaciencia y Adelbert hubiera tomado un whisky doble de poder hacerlo. Los neonatos miraban las idas y venidas con incredulidad y suspiros de paciencia mientras veían la televisión.

RinggggggRingggg

Daciana corrió a la puerta y abrió.

-Vargsson, ¿qué tripa se te ha roto? No es buen momento.

-Querida mía, para ti nunca es un buen momento...- en ese momento Normas empezó a ladrar de felicidad- ¿Interrumpo algo?

-Casi- la Sabbat lo encerró en el despacho- Quédate aquí.

-¡He llegado!- una mujer alta y majestuosa entro en el piso. Detrás suyo dos ghouls cargados de maletas- A ver, donde esta tu hermano, tengo que hablar con él.

-Hola Madre- Daciana saludo con fría cortesía a esa belleza sobrenatural que se movía con gracia felina- ¿A que debemos tu visita?

-¿Una madre no puede venir a ver a sus hijos? ¿Y Rãzvan?

- Ya no es mi hermano, es mi Sire y hace ya casi 50 años que no se de él.

-¿¡Cómo?!- los tres vampiros aparecieron con cara de sorpresa.

-No es para tanto, es mi hermano, ¿y qué?- la Matriarca se acerco a los chicos.- Esta es Erzsébet Bratovich, Matriarca de esta rama de la familia.

-¿Ella es...?- Timi la miro con veneración

-Bratovich, no Bathory.- separó a Timi de su Madre- Que se llamen igual es una casualidad, es un nombre muy común.

-¿Y quien crees que le enseñó todo? ¿Quién le enseño el poder de la sangre?-Erzsébet la miró con desafiante confianza.

-(Eso es lo que tú dices) Sí, tú fuiste su maestra.

-Adelbert, tú siempre tan callado. ¿Ya has dejado esas lealistas costumbres infantiles?-le acercó su mano esperando pleitesía.

-Hola Erzsébet- el Brujah inclinó la cabeza pero no se movió.

-Queridas, vuestras bellezas hubieran sido vuestra sentencia si os hubiera conocido en otra época- acarició las caras de las chicas que se estremecieron.

-¿Gracias?- susurraron las dos a modo de respuesta.

-Nornas, mi niñas preciosas. ¿Qué te dan de comer? Daciana, que le estas dando, mira que pelo tiene. Y las patas. ¿Ya corre y caza?

-Todas las noches va a correr. A veces pilla algún gato o algún mendigo. Una vez se comió a dos barrenderos.

-Eres una chica muy traviesa- la cancerbera lamia con gran felicidad las manos de la Matriarca.- Me alegra ver que aún me recuerda.

-¿Y quien te olvida?- el cinismo de Adelbert ni toco el ego de la Bratovich que miraba con desagrado el refugio.

-¿Tu hermano sabe el cuchitril que es esto? ¿Qué se supone que haces aquí que no estás con él?- cogió un libro de las enormes estanterías que tapizaban todas las paredes.

-Sí, lo sabe. Él nos metió aquí y estoy hasta arriba de trabajo.- le cogió el libro de las manos.- ¿Hasta cuando va a ser la visita?

-¿Aún te juntas con la Tremere? Vaya hija descarriada tengo.

-Es nuestra Ductus, ya lo hemos discutido.

-El Sabbat de hoy y sus moderneces. En la vieja patria si un Tremere asomaba la nariz fuera de su capilla lo hacíamos devorar por nuestros perros. Pero ahora todo este mestizaje entre clanes. Que decadencia.

-Perdonad chicos, pero...- Vargsson y Erzsébet intercambiaron una larga mirada- Mi señora- se acercó galantemente y le beso la mano- Sergio Vargsson, a sus pies.

- Hija, ¿no vas a presentarnos como es debido?

-Erzsébet, Vargsson, un camarilla amigo de "tu hijo"- dijo poniendo mucha énfasis en las comillas- Vargsson, Erzsébet Bratovich, Matriarca y diplomática Tzimice.

-Su belleza es solo superado por su encanto- otro besamanos. A Daciana esto le olía mal.

-¿Cómo es que conoce a mi hijo?- dijo con una desbordante sonrisa.

-Rãvzan le colocó un hueso de su difunta novia en las costillas. Una Tremere...CAMARILLA.

-Bueno, eso es porque no ha conocido a la Sabbat adecuada. ¿Sería tan amable de enseñarme la ciudad Sr.Vargsson?

-Sería un placer....

-¡No!¡Ni hablar! Esto es ya .....-Adelbert le tapó la boca mientras la Redactora forcejeaba. El Ventrue abrió la puerta y le ofreció el brazo mientras desaparecían por el dintel.


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