domingo, 17 de septiembre de 2017

Hachishakusama

Hoy os traemos la leyenda japonesa de Hachishakusama.

La casa de mis abuelos paternos estaba a dos horas de donde vivíamos, en una aldea pequeña de agricultores en la prefectura de Hokkaido. A veces me quedaba con ellos durante el verano y las vacaciones invernales, y siempre estaban contentos de verme... pero la última vez que los visité fue hace diez años, cuando estaba en el tercer año de preparatoria. Eran mis vacaciones de primavera y me habían invitado a visitarlos, así que decidí coger mi bicicleta y pedalear hasta allí.


Pese al clima cálido de primavera, al llegar al pueblo sentí como si la temperatura hubiese bajado, por lo que me detuve en un descanso junto al camino para tratar de calentarme en el sol que brillaba en lo alto. Entonces, escuché algo... inusual.


'Po. Po. Po. Po. Popopopo. Po.'


No era un ruido mecánico, era una voz humana. Extraña, pero una voz.


Miré a todos lados, para ver si había alguien cerca, y solo ví un sombrero blanco de paja sobre el borde de un muro de setos. El sombrero se movía a lo largo de los setos, y al pasar por un espacio abierto entre dos de ellos, vi que era usado por una mujer que llevaba también un vestido blanco.


Debía ser alta, pues el muro de setos debía medir más de dos metros de alto. No pensé mucho en ello, y de cualquier manera, la mujer desapareció detrás de una línea de árboles al cabo de unos segundos.
Lo único que se me ocurrió fue que, o la mujer estaba de paseo y llevaba tacones altos, o se trataba de un hombre vestido de mujer. Raro, pero no descabellado en un lugar tan lleno de turistas en esa época del año.


Horas más tarde, mientras tomaba té con mis abuelos y los ponía al tanto de mi vida, toqué el tema en la conversación y les comenté que se me hacía raro ver un travesti en un sitio tan alejado de la vida nocturna de Tokio. Por alguna razón, mencioné lo del 'po, po, po'.


Al decir esto, mis abuelos se asustaron. Mi abuelo me bombardeó con preguntas tales como cuándo lo había visto, cuanto sobresalía de los setos o si la mujer se me había quedado mirando. Le respondí tan rápido como preguntaba, y entonces salió corriendo del comedor para llamar a alguien, desde el teléfono de pared que estaba en el pasillo; cerrando la puerta tras de sí para que yo no pudiera escuchar la conversación.


La habitación se volvió silenciosa. La abuela sonreía cortésmente, pero parecía tener breves temblores por alguna razón. El abuelo regresó pronto y me dijo que esa noche me quedaría con ellos. Debo admitir que no comprendía el porqué de ese cambio tan brusco de actitud, y pregunté si se trataba de algún enfermo mental de la localidad o algo así, a lo que el abuelo me contestó que la abuela podría contestarme.


El abuelo se limitó a mirarme y decir que iría a buscar a una tal señora K-San.
Claramente asustada, la abuela me explicó lo siguiente:
"Creo que Hachishakusama se ha interesado en tí... pero no debemos preocuparnos. El abuelo está aquí para arreglarlo".


Entonces, la abuela me contó poco a poco que Hachishakusama no era una persona, si no un monstruo o espíritu de las montañas. Su nombre se debía a su tamaño, 8 shaku, el equivalente a decir '8 pies de alto' (Hachi - 8, Shaku - Pie, Sama - Persona). Su apariencia cambiaba, pero por lo regular era siempre una mujer muy alta que se reía con un 'Po Po Po' muy tétrico.


Y una vez que Hachishakusama se interesaba en una persona, lo cazaba hasta matarlo. La última víctima del espíritu había sido un joven hace quince años, y eso llevó a un grupo de monjes budistas a sellarla en un altar cerca de la aldea usando cuatro estatuas de Jizo, una deidad protectora de los niños; cada una colocada en uno de los puntos cardinales.


La aldea tenía una especie de 'acuerdo' con las aldeas cercanas, estableciendo que debían tener ciertos beneficios por haber encerrado a la bestia. Desde entonces, habían pasado más de una docena de años desde que Hachishakusama había matado a alguien.


En ese momento no creí nada de ello, pero el abuelo recibió enseguida a una mujer muy anciana. K-San. La señora, me entregó un talismán de papel y me ordenó llevarlo siempre conmigo. Entonces fue al piso de arriba con el abuelo. Intenté ir al baño, pero la abuela no me dejó ir e insistió en que tuviera la puerta abierta para que pudiera verme mientras hacía mis necesidades.


Aquí es cuando empecé a entender la gravedad del asunto.


Me llevaron a una habitación en el piso de arriba. La única ventana había sido cubierta con periódico, sobre el cual pegaron otro talismán; y en cada esquina había un bol con Morishio, sal sagrada, así como una caja de madera donde colocaron una estatua de Buda.


K-San me dijo que debía quedarme en la habitación hasta las siete de la mañana, y que no podía salir bajo ninguna circunstancia. El abuelo me dejó en claro que ni él ni la abuela me hablarían hasta las siete, mientras que K-San me ordenó guardar conmigo el talismán y rezarle a Buda si me sentía asustado.


Tenía una televisión y una cama en la habitación. La abuela me dejó unos bocadillos e intenté ver la tele un rato, pero no me sentía muy interesado en la programación. Tampoco tenía hambre, así que me acosté, me envolví en las mantas.


Debí caer dormido en algún momento; porque lo siguiente que recuerdo es despertar por el ruido de un programa nocturno de la tele. Mi reloj marcaba la una de la mañana.


Entonces escuché algo pegando en la ventana.


Lo quise ignorar, pensando que debía de ser la rama de un árbol, pero el ruido continuó. Tenía té y bocadillos, y subí el volumen de la tele para ahogar los golpeteos. En ese momento escuché la voz del abuelo al otro lado de la puerta:


'¿Estás bien? Puedes salir si tienes mucho miedo.'

Fui hacia la puerta, pero me detuve de golpe al recordar como había insistido el abuelo que no me dirigiría la palabra hasta el amanecer. Y otra vez lo escuché.


¿Estás bien?. Puedes venir'.


Quería que se tratara de la voz de mi abuelo, pero supe de inmediato que no lo era. Tuve escalofríos, y al mirar uno de los cuencos con sal, me di cuenta de que el contenido estaba volviéndose de un color oscuro.


Me arrodille frente a la estatua de Buda, apretujando el talismán con ambas manos mientras rezaba por ayuda.


'Po, Po, Po, Po, Po.... Po, Po, Po...." La cosa afuera de la ventana había comenzado de nuevo, esta vez más insistente. Entonces, vi la silueta de una gran mano golpeando el cristal desde fuera... pese a que me encontraba en un segundo piso.


No quedaba más que seguir rezando a Buda.
Fue una larga noche.


No recuerdo del todo lo que hice, más allá de rezar hasta que escuché el ruido de fondo del televisor. Eran las noticias matutinas, y el reloj en pantalla decía 7:13 AM. Los golpes en el cristal se habían detenido. La voz finalmente había callado. La sal en los cuencos estaba toda negra. Abrí la puerta con mucho cuidado, el abuelo y K-San estaban fuera; observándome con gestos de preocupación. La abuela, llorando, me dijo que todo saldría bien.


Mis padres ya estaban abajo, junto con un grupo de hombres alrededor de una camioneta frente a la casa. El coche de mi abuelo estaba adelante de la van, y el de mi padre aparcado detrás de esta. Me sentaron en medio de la van con ocho de los hombres sentados alrededor de mí; uno a cada lado, tres al frente y tres más en el asiento posterior. Un hombre más se colocó en el asiento del conductor y K-San en el del copiloto.


Se me ordenó cerrar los ojos y mantener la cabeza gacha, en dirección al suelo del vehículo.
'¡Sólo tú puedes ver a Hachishakusama... y no la mires!'


Nuestro convoy salió despacio hacia el camino montañoso. No creo que hubiésemos recorrido veinte kilómetros cuando K-San nos advirtió que iba a ponerse feo... entonces empezó a recitar frases y cánticos budistas.


'Po, Po, Po, Po, Po...'


La escuché fuera.


Apreté el talismán contra mi pecho y traté de mantener la cabeza agachada, pero no resistí la curiosidad y miré hacia la ventana... oh, jodido error. Fuera, veía un vestido blanco que parecía inmóvil junto a la ventana... cuando viajábamos a una velocidad bastante considerable. La figura se movió, como si se inclinara para ver por la ventana... y ahogué un gemido. El hombre a mi derecha me dijo que cerrara los ojos y ya no los abriera hasta que fuera seguro.


Aunque nadie pudo verla, todos escucharon lo que pasó: Los golpes. No sé como, pero algo estaba aporreando cada ventana en la van al mismo tiempo. Duró un buen rato, hasta que K-San dejó de cantar y dijo que estábamos seguros.


Los coches se detuvieron, mi padre y abuelo les agradecieron a todos los hombres que nos habían ayudado; pues todos tenían cierto parentesco conmigo. La abuela y K-San esperaban confundir a Hachishakusama al rodearme de gente de mi mismo linaje, y el abuelo pasó toda la noche reuniendo a mis parientes; decidieron que era más fácil escapar durante el día.


K-San me pidió que le mostrase el amuleto.


Se había vuelto totalmente negro.


K-San me dijo que todo saldría bien, pero de cualquier manera me entregó otro talismán que debía mantenerme seguro hasta llegar a casa. Mi padre condujo el resto del camino, y me explicó que durante su niñez, uno de sus amigos había sido secuestrado por Hachishakusama.


Tiempo después, hablé con mi abuelo por teléfono y él me confirmó que ni siquiera estaba en casa durante esa noche, así que la voz no era suya.


Hachishakusama ataca a los niños y adolescentes, así que el monstruo intenta hablar con la voz de un familiar para atraerlos; y también me comentó que al ir al templo, los ancianos de la comunidad descubrieron que una de las estatuas de Jizo había sido rota por alguien, y que los trozos de la estatua habían sido colocados en una línea recta en el camino que conducía desde el templo a la casa de mis abuelos.


Pasaron ya varios años desde el incidente. Hace 2 años falleció mi abuelo, y no se me permitió ir a su funeral. Aún intento convencerme de que se trató de una superstición, pero a veces, cuando estoy solo en casa o camino por la calle de noche, todavía escucho esa voz.
'Po. Po. Po. Po...'




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